LUIS
RESTREPO
ARQUITECTO
LUIS RESTREPO GÓMEZ
1960 Bogotá, Colombia
Estudios
1984
Universidad de los Andes, Bogotá. Arquitecto

1987
The University of Michigan, Ann Arbor, Michigan. Master of Architecture.
Docencia
1988-2000
Facultad de arquitectura
Universidad de los Andes.

2000-2002
Facultad de arquitectura
Universidad Javeriana.


Exposiciones y publicaciones
1990
La casa en la arquitectura moderna colombiana
1930-1990 Museo de Arte Moderno, Bogotá.

1991
Artistas y orfebres, Galería Deimos, Bogotá
Artistas y orfebres, Colombian Center, New York

1992
‘Luis Restrepo Gómez, Obra arquitectónica’
Revista Proa No.409

1993
El lenguaje de la madera, Galería Deimos, Bogotá.

2001
Luis Restrepo, Arquitectura. Villegas Editores.

2005
Arquitectura en Colombia y el sentido del lugar, Último 25 años. Exposición y libro. Sociedad Colombiana de Arquitectos.

2007
Luis Restrepo Construcción. Villegas Editores.

2010
Cuadernos de viaje. Villegas Editores.
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Arquitectura
Libro editado en Octubre de 2001 por Villegas Editores, Bogota, Colombia. Textos de Alberto Saldarriaga y Luis Restrepo. Reúne una selección de veintiocho proyectos Arquitectónicos, desde el inicio del ejercicio profesional hasta la fecha de publicación del libro. Los proyectos incluyen: edificios de apartamentos, industriales y comerciales, casas unifamiliares, restauración de bienes patrimoniales, remodelación de bienes existentes. Cada proyecto viene acompañado por una descripción del arquitecto Alberto Saldarriaga, una serie de fotografías exteriores e interiores y unos planos básicos.
No existe una cronología rigurosa en el orden en que aparecen los proyectos, pero están básicamente dispuestos en orden descendente empezando por los últimos proyectos y terminando por los primeros. La edición de este libro se hizo en español y en ingles, la fotografía es de Claudia Uribe. -
Construcciones
Libro editado en Octubre de 2007 por Villegas Editores, Bogota, Colombia. Textos de Miquel Adria y Alberto Saldarriaga. Reúne una selección de catorce proyectos Arquitectónicos, desde el año 2001 hasta la fecha de publicación del libro. Los proyectos incluyen: edificios de apartamentos, casas unifamiliares y un edificio comercial. Cada proyecto viene acompañado por una nota del arquitecto Alberto Saldarriaga, una serie de planos que permiten la comprensión integral de la construcción y un conjunto de fotografías exteriores e interiores.
No existe ninguna cronología en el orden en que aparecen los proyectos. La primera parte del libro agrupa proyectos diseñados para clima frió en bogota y sus alrededores, después viene el edificio comercial y finalmente están agrupadas una serie de casas en clima caliente. La edición de este libro se hizo en español y en ingles, la fotografía es de Pablo Rojas. -
Cuadernos de Viaje
Libro editado en Febrero del 2011 por Villegas Editores, Bogotá, Colombia.
Textos de Luis Restrepo. Reúne una amplia selección de apuntes de viaje. Desde la época de los estudios universitarios del autor hasta la fecha de publicación del libro. El libro esta dividido en siete cuadernos que se han dispuesto en orden descendente empezando por el último y terminando por el primero. Cada cuaderno viene acompañado por un breve texto del autor y trae las fechas entre las que se realizaron los dibujos. Dentro de cada cuaderno no existe ninguna cronología en el orden en que aparecen los dibujos, ni hay referencia a los lugares en donde estos fueron realizados.
Miquel Adría


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A Fuego Lento
La arquitectura de Luis Restrepo es tranquila. Cautiva por su atemporalidad, su proporción, en la que resuenan ecos de la modernidad clásica. Restrepo trabajan ‘a la antigua’, como le gusta decir. Le interesa cocinar cada idea a fuego lento, en un proceso que inicia con el acercamiento al cliente y lo prolonga varios meses hasta finalizar el desarrollo del proyecto ejecutivo. Restrepo no participa en concursos, no hace maquetas ni presentaciones con renders, animaciones y demás recursos. La tercera dimensión de la arquitectura se la imagina desde los planos. En su despacho todo es en dos dimensiones. Los proyectos se componen de plantas, alzados, secciones — muchas secciones — y detalles constructivos.
Luis Restrepo (Bogotá, 1960) inició sus estudios en la Universidad Javeriana y terminó la carrera de arquitectura en la Universidad de los Andes, para cursas una maestría en la Universidad de Michigan, abriendo un pequeño despacho a su regreso. El trabajo de este arquitecto pausado es sumamente personal y enfocado en la vivienda. Su carrera se inició veinte años atrás remodelando departamentos. Si bien no pasó profesionalmente por ninguna oficina destacada que le orientara en los primeros pasos, tuvo ocasión de remodelar varios departamentos proyectados inicialmente por Fernando Martínez, sin duda uno de los arquitectos más notables de mitad del pasado siglo, al que acudió en repetidas ocasiones a consultarle aspectos de las reformas en cursoPara Restrepo sería fundamental la influencia empírica de la obra del ‘Chuli’ Martínez, quien siempre fue generoso con él, a pesar de que seguramente albergaba la sospecha de que el joven arquitecto no tardaría en ‘dañar’ algunas de sus obras. Más tarde conocería la obra de Enrique Triana y la de Rogelio Salmona, así como la influencia de Alvar Aalto en todos ellos. Restrepo entendió que el origen de la arquitectura moderna colombiana no solo procede de las construcciones vernáculas coloniales y mediterráneas, sino que se nutre con la influencia escandinava y el énfasis que ésta daba a la expresión del material — el ladrillo, la madera — y a la solidez e introversión de los espacios.
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En el, complejo y contradictorio mosaico latinoamericano, el argentino Jorge Moscato identificaba algunas particularidades nacionales.1 Si para Argentina el concepto había que buscarlo en el dominio de la razón y para México en su monumentalidad, es decir, en el dominio de la forma, la arquitectura colombiana adquiere su identidad a partir de la expresión de la materia. Y la materia colombiana se expresa, por excelencia, desde la modulación y la textura del ladrillo. Esta arquitectura tuvo sus primeras apariciones en Colombia en las casa estilo Tudor del primer tercio del pasado siglo, y tomó fuerza con las primeras obras de Fernando Martínez, Dicken Castro y otros notables arquitectos que exploraron el potencial constructivo y formal del material, hasta convertirlo en un signo de identidad bogotano, donde los mejores barrios se tiñeron del anaranjado de la arcilla cocida.
Heredero de estos sólidos antecesores — que nacionalizaron sabiamente un material con el que se ha construido la historia universal y retomaron las lecciones de la modernidad más heterodoxa —, Luis Restrepo perpetúa los valores atemporales desde la austeridad aristocrática y la indiferencia hacia las corrientes de la arquitectura contemporánea. Restrepo es un corredor de fondo que reivindica la ausencia de información y el slow food. Como Deleuze y Guatari afirma que con “la globalización no nos falta información. Tenemos demasiada. Lo que nos falta es creación”.2Su lenta marcha le ha permitido dar contenido concluyente a su certeza y elaborar su discurso conservador. Discurso que parte de los valores de la modernidad discreta, que va de Arne Jacobsen y la abstracción volumétrica vinculada al lugar y a los materiales sin concesiones, pasando por las casas berlinesas de Mies van der Rohe en los años veinte, construidas y moduladas en ladrillo, donde los primas se yuxtaponen y los planos se interceptan en composiciones próximas al neoplasticismo holandés.
Desde su pragmatismo, Restrepo acepta la realidad para convertirla en un elemento del proyecto. Una realidad conformada por los tres factores que para Alberto Saldarriaga definen sus criterios proyectuales: el lugar, el cliente y la idea de la arquitectura.3 Si para este crítico “la conciencia del lugar se asume como un signo de identidad de la mejor arquitectura colombiana”, para Restrepo el lugar es el punto de partida, no de llegada. Su relación con el sitio, con el lugar, con la naturaleza, no es mimética, no hay referencias orgánicas. La abstracción de lo construido sugiere la relación con el lugar, sin alterar el terreno ni los trazos topográficos, distinguiendo lo natural de lo artificial. La relación de Luis Restrepo con le cliente es estrecha y respetuosa a la vez. Sus proyectos son el resultado de un pausado proceso de acercamiento, procurando ofrecer un ambiente neutro donde los usuarios se apropien del espacio sin interferencias del autor. -
Como Adolf Loos un siglo antes, deja que los espacios domésticos evolucionen libremente con sus dueños: “No sufro para nada — dice Restrepo — con lo que hagan los que viven en sus casas”.4
El tercer aspecto que apuntaba Saldarriaga se refiere a la idea de arquitectura, que reduce vagamente a la ‘naturalidad’ con que se elabora, “sin recurrir a artificios o excesos, apelando a los esencial: el espacio, los materiales y la luz”, una naturalidad que rechaza lo superfluo sin tener que llegar a esas ‘minimalismo de última moda’. Su gusto por lo esencial lo distancia de sus colegas locales interesados en producir arquitecturas adjetivas y llenas de referencias. Restrepo subraya la prioridad de la idea, desprendiéndose de lo accesorio, de lo fenomenológico.
Luis Restrepo rehúsa los discursos teóricos reciclados, esquiva cualquier clasificación. Su trabajo lo conecta tanto con los grandes arquitectos colombianos, como con los que pertenecieron a la segunda generación del Movimiento Moderno, y que domesticaron el dogmatismo de los pioneros de la modernidad. Restrepo marca el territorio con trazos fundacionales, regresando siempre al mismo proyecto, donde forma, materia y espacio son consecuencias simultáneas, como se puede demostrar desde un análisis detenido de sus obras y proyectos realizados en este nuevo siglo.
Buena parte de esta producción se encuentra en Anapoima, tierra calienta, al sur de la ciudad de Bogotá. Ahí se vive al aire libre y los espacios domésticos no se cierran. Una decena de casas de fin de semana— construidas y en construcción — se componen de piezas sueltas de primas autónomos que corresponden a las distintas partes del programa: las recámaras, la cocina, el comedor y la sala. La posición de estas cajas o prismas responde al lugar, abriéndose a las mejores vistas o abrazando el espacio central que deja al aire libre. Las cajas mantienen su contundente pureza, evitando intersecciones geométricas y detalles sofisticados.
La Casa del Alta se compone de tres elementos, física y programáticamente independientes, a los que se llega casi por azar, en zigzag, a través de un patio cuadrado que organiza la posición de los prismas con deliberada ambigüedad. El elemento principal es un techo cuadrado que alberga la sala y el comedor en dos niveles y un solo espacio abierto, apoyado en cuatro patas extremas. La habitación principal se adosa en este primer cuerpo. El segundo elemento contiene las áreas de servicio, y el tercero lo componen tres grandes habitaciones que se abren sobre la piscina y el paisaje, dominado por un espectacular árbol de chicalá de flor amarilla.
La Casa C C comparte la aparente modestia de algunas obras californianas de Richard Neutra, prácticamente cerradas y frágiles hacia la calle, desde donde se accede como a un laberinto y se avanza más por descarte que por convicción. Básicamente son dos cuerpos paralelos desplazados sobre un eje de circulación. Uno contiene las áreas privadas y nocturnas, y el otro las diurnas que se abren hacia las mejores vistas. -
A diferencia de las anteriores, la Casa R D se orienta hacia la tranquila calle de acceso y al leva desnivel del terreno, ubicando la piscina entre el cuerpo de servicios y el plano elevado sobre el que se desplanta un techo que cubre la sala. Este techo, construido a dos aguas, se distancia de las referencias indonesias o mexicanas que se publican en revistas de estilo de vida, para retomar el techo popular campesino colombiano, estructurado con modestos troncos de madera rolliza.
La ambigüedad del acceso es menos evidente en la Casa V D. El paseo arquitectónico exterior se va apoyando en pequeños muro ciegos, que albergan los servicios a un lado y el cuerpo de las recámaras al otro. Éstas son cuatro piezas iguales con acceso y patio independientes que, de manera similar a las habitaciones de la Casa de Huéspedes Ilustres de la Presidencia que Rogelio Salmona construyó en Cartagena, se abren a las vistas del paraíso doméstico. El tercer cuerpo es un plano horizontal, soportado en sus aristas con sólidas columnas cuadradas, que alberga el comedor y la sala. Al comedor se le adosa el cuerpo de la cocina y, a su vez, la sala se ubica medio nivel más abajo, abierta hacia la piscina y la naturaleza circundante. En la Casa C B el criterio, basado en una composición de volúmenes independientes alrededor de la sala y la piscina, redunda en los ejemplos anteriores. En este caso, en un eje de circulación perpendicular al acceso que articula las habitaciones en pares, a un lado, y la cocina y el comedor, al otro. La sala queda en la parte central, articulando tanto el programa doméstico, como la relación entre lo construido y la piscina. Una vez más, la modestia y la ambigüedad del acceso dan paso a la espectacular sorpresa del espacioso estar central.Todas estas casas, comedidas en su construcción, de materiales modestos y extensiones prudentes — de 250 m2 a 350 m2 — sacan partido del detallado trabajo de carpintería, de las puertas abatibles, las ventanas deslizables o los mosquiteros basculantes. A su vez, desaparecen en el paisaje profundamente ajardinado, dentro de las parcelas hasta diez veces mayores que su área construida.
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El proceso de trabajo de Luis Restrepo muestra una continuidad con la experiencia acumulada por sedimentaciones, son sobresaltos. Desde las plantas resuelve el programa con inmediatez. Su trabajo es discreto, casi manual, donde el detalle no se diseña, se elude o se integra a lo permanente, a los muros y a los pisos. En estas casas de tierra caliente, Restrepo explora el potencial de la simplicidad volumétrica con propuestas contundentes y precisas, que dialogan con el paisaje. En buena medida se trata de variantes de un único esquema original, donde un programa convencional de segunda residencia se fragmenta en cajas aplanadas y pintadas, que articulan su espacio común y abierto entre las distintas piezas. Alberto Saldarriaga ya mencionaba en la anterior monografía de Luis Restrepo5 los mecanismos de integración espacial en sus interiores domésticos. Debido a “los cambios ocasionados por la pendiente del terreno, la doble altura (…) y mediante divisiones o muebles de baja altura” de los que destaco la integración entre mobiliario y espacio que se “aprecia en el tratamiento de los muebles fijos”, incorporando nichos y repisas en los muros, o bases sólidas que fijan la posición de camas y mesas.
En Chía, al norte de Bogotá, se encuentra otro racimo de casas proyectadas por Luis Restrepo a lo largo de los pocos años de este siglo. Todas ellas, de nuevo, atienden desde su misma lógica los intereses del cliente, la relación con el lugar y la idea de la arquitectura desarrollada con ‘naturalidad’.Aquí los programas son algo más complejos que en tierra caliente, por tratarse de casas de primera residencia, si bien siguen respondiendo a las necesidades convencionalmente burguesas y estereotipadas. El lugar aporta los elementos necesarios que dan identidad propia a este conjunto; la topografía ayuda a conformar estas casas de manera escalonada; y el clima induce a residencias compactas que, si bien se relacionan con el exterior abriéndose a las mejores vistas, sus interiores son integrales. Todas ellas están compuestas por volúmenes escalonados, no solo en el sentido de la pendiente, sino perpendicularmente a ésta, formando un conjunto relativamente complejo, compuesto de elementos simples que se entrelazan los unos con los otros. Este principio es el tema fundamental de las casas de Chía, resultando bien distintas las unas de las otras, por lo variado que es su programa interior, las necesidades y aspiraciones de los propietarios.
El escalonamiento riguroso con la forma del terreno y el uso del ladrillo con un tono tierra son el resultado del afán de proponer volúmenes que se integran con el terreno. Las Casas R Z, V A, B C, Rodríguez y Calaguala, comparten el uso de un único material en sus exteriores. En ladrillo natural — de preferencia reciclado de viejas construcciones — modula los planos y los huecos, a la vez que ofrece una unidad cromática y atemporal a todo el conjunto profusamente arbolado. -
Estas casas tienen una doble lectura, casi antagónica, entre la volumetría que definen sus exteriores y el espacio que contienen sus interiores. Desde afuera, consecutivas yuxtaposiciones de prismas escalonados confieren una complejidad volumétrica que sugiere fragmentaciones internas constantes. Sin embargo, los interiores son casi siempre espacios diáfanos y únicos que expresan la complejidad de la sección transversal — la de la pendiente del terreno —. A su vez, la composición de las fachadas, que se expresan en la posición de las ventanas sobre la superficie de ladrillo, responde desde su interior a posiciones estratégicas sobre las vistas escogidas.
Son casas que expresan la pertenencia al lugar desde la fuerza de rozamiento de sus cajas escalonadas sobre la pendiente de las laderas. Este rozamiento permite situar cada una de ellas en una posición específica y en un contexto único, para expresarlo literalmente en su interior, desde la sección transversal. Así, las salas a doble altura ocupan el lugar principal sobre la pendiente y una pasarela superior se aboca sobre el doble espacio y da acceso a las habitaciones. Las zonas de servicio desaparecen bajo las áreas nobles de las residencias.
Si la complejidad proviene de la sección, las plantas son esquemáticas, esenciales, estructuradas por bandas paralelas. En el interior los materiales son unitarios, de modo que un mismo piso de madera o barro cocido, entre paredes lisas y blancas se extiende por todos los ámbitos, exacerbando la unidad espacial.
En la casa R Z hay una doble condición con respecto a las vistas: la panorámica, que resulta de la pendiente de la montaña, y la lateral sobre un bosque colindante. La casa se orienta en una u otra dirección y abre espacios sobre la esquina en la que se conjugan las dos vistas. Las distintas áreas domésticas se enzarzan alrededor de la cocina y la escalera. Si bien los ámbitos de la casa están claramente zonificados, existe una comunicación vertical entre ellos que, sin perder su independencia, forman parte de un único espacio. En la Casa B C el comedor es el centro de la casa. Todas las dependencias confluyen espacialmente sobre la doble altura en distintos niveles. La luz penetra desde las altas ventanas enfatizando el plano inclinado del terreno sobre el que se construye la casa.El mejor ejemplote la búsqueda de un solo volumen interior en el que convergen todos los espacios se halla en la Casa Calaguala. Las áreas privadas se abren al paisaje a través de los altos ventanales de la doble altura del espacio del área social. Un sistema de grandes puertas y de circulaciones independiza completamente las alcobas que se encuentran, de acuerdo con el escalonamiento de la casa en la montaña, un piso por encima de las áreas públicas.
A diferencia de los anteriores proyectos, se enfatizan los ejes horizontales a través de los cuales se comunican los espacios, apenas separados por los volúmenes de las chimeneas. El proceso de trabajo de Restrepo muestra el hilo conductor y la constancia con la experiencia acumulada, que le llevan a repetir y perfeccionar los pocos detalles del espacio doméstico, como los cajillos de luz rasante, los escalones o los barandales. La ‘morada para habitar’ que construye Luis Restrepo, desde su resistencia a los vaivenes estilísticos, hilvanan un cierto carácter autobiográfico.Lejos de los ensayos de existenz minimum repetible y estandarizable de los primeros arquitectos modernos del pasado siglo, las casas de Restrepo no renuncian a las ventajas espaciales de la tradición ni al confort de la modernidad. -
En Bogotá, sus casas toman la ciudad e incrementan la densidad, hasta convertirse en edificios de departamentos. Con la misma sobriedad de arquitectos como los holandeses Claus & Kaan, su trabajo en residencias unifamiliares da un salto de escala sin conflicto alguno, para conformar edificios. Los dos ejemplos que aquí se muestran — el edificio Portal del Museo y el edificio Chicó Alto —, conservan la misma unidad aparente que otorga el muro de ladrillo como único material, la repetición sistemática de llenos y vacíos — de planos y huecos de las ventanas —, aunando el alineamiento de fachada u altura con el resto de la ciudad, para completar su trazo silenciosamente. Desde el interior de sus departamentos se busca, como en las casas del norte, la mejor apertura hacia las vistas, desde la expansión espacial que confiere el corte transversal de sus penthouses y que invita a levantar la vista hacia las montañas y el cielo.
El edificio Portal del Museo abarca un frente completo de manzana, de cara a un parque. Se utiliza un solo material — ladrillo oscuro — para toda la fachada, dando uniformidad y discreción al conjunto. Unos balcones de pronunciado espesor aportan ritmo y relieve compositivo al plano de la fachada, generando juegos de luz y sombra. Los dos últimos pisos del edificio están remitidos del plano de fachada del monolítico edificio de ochenta metros de largo, sobre el que emergen los elementos de remate y chimeneas. Los apartamentos responden a las distintas solicitudes de cada programa, con gran variedad de soluciones; sin embargo, todos ellos coinciden en grandes espacios que se abren a los balcones y a las vistas.
El edificio Chicó Alto es un conjunto de cuatro unidades con características propias de una casa (relación con las áreas exteriores, privacidad, especialidad), que goza de los beneficios de un edificio (ascensor, parqueos generosos, portería, sistemas técnicos comunes). Está situado en un barrio de casas con un perfil urbano uniforme, que el edificio mantiene, escalonándose de la mitad del lote para atrás.La sección escalonada libera en la parte delantera unas generosas terrazas que pivotan alrededor del núcleo vertical de escalera y elevador. En su interior se explotan las condiciones espaciales ensayadas en las casas, con ventanas altas que dibujan una diagonal virtual que redunda en la inclinación natural del terreno.
La tarea del arquitecto es construir. Es transformar la realidad desde la comprensión del lugar y de las necesidades del cliente. Luis Restrepo construye un estilo propio a fuego lento, desde la herencia clásica moderna — en el manejo de las tipologías domesticas —, y la de los grandes arquitectos colombianos — en la discreción aparente y el uso del ladrillo visto—.
Hacerse arquitecto es un proceso complejo y Restrepo lo viene haciendo desde su apuesta por la permanencia y la atemporalidad de la arquitectura, que conecta quizá, con su admiración por unos pocos arquitectos de impronta muy personal, como Alvar Aalto, Ralph Erskine o Álvaro Siza. Su trabajo ha evolucionado sin pausas y sin dudas, corroborando sus primeras intuiciones: la simplicidad deliberadamente esquemática de las plantas; la riqueza espacial a partir de la sección; los espacios domésticos que se apropian de las vistas escogidas en el paisaje; y un estilo fácilmente codificable.
Así, Luis Restrepo persigue atmósferas y levanta construcciones de ladrillo desde su doble condición, vernácula y abstracta, colombiana y universal a la vez, confinando el confort y el diseño contemporáneo en espacios serenos y atemporales.
Notas: 1. Adriá, Miquel, Editorial Arquine 33, septiembre 2005. 2. Deleuze, Gilles y Guattari, Feliz, en Mil Mesetas: capitalismo y esquizofrenia, Pre-textos, Valencia 1988. 3. Saldarriaga, Alberto. “Acerca del hacer y del quehacer de la arquitectura”, en Luis Restrepo. Arquitectura:Villegas Editores, Bogotá, 2000, p.7. 4. Notas extraídas de las conversaciones entre este autor y el arquitecto Luis Restrepo durante las visitas a las casas en julio 2006. 5. Saldarriaga, Alberto. Op. Cit. P.11.
Alberto Saldarriaga



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La arquitectura como geografía
fragmentos, recorridos, separaciones e integraciones
La arquitectura es una forma particular de geografía o mejor aun, de construir una geografía a distintas escalas, desde el territorio hasta el recinto. El planteamiento no es simplemente metafórico ni un recurso de interpretación. Hay evidentes analogías entre el espacio que construye la geografía y el que construya la arquitectura. Las escalas y los componentes son distintos. Los elementos que se trabajan en la arquitectura son sencillos: pisos y techos, muros y umbrales, que definen límites, bordes o pieles sólidas o transparentes. La arquitectura está dentro de la geografía y se comporta como un micromundo dentro de ella. No toda obra de arquitectura puede ser vista en esta óptica. En muchas, quizás en la mayoría, el mundo se aplana en todas las direcciones y se minimizan sus componentes. La “caja” resultante no pasa de ser eso, una caja. En otras, como las incluidas en este libro, se advierte la intención de ir más allá de lo evidente, haciendo más compleja su comprensión. Tras su apariencia, a primera vista sencilla, hay un moldeado sutil de los espacios y una aproximación categórica a los volúmenes.
A esto se unen la construcción deliberada de topografías y paisajes interiores, la sugerencia de recorridos, las fragmentaciones y los direccionamientos. Entre los planteamientos implícitos en las obras de Luis Restrepo, es interesante destacar el manejo particular del fraccionamiento de superficies, espacio y volúmenes en unidades discretas, con la intención de individualizarlos o de integrarlos en conjuntos ordenados de acuerdo con aquello que el programa o el sitio proponen.
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No se habla aquí de la fragmentación como un principio filosófico a la manera posmoderna, sino como un planteamiento espacial y estético con el que es posible construir, con recursos relativamente sencillos, esas particulares geografías arquitectónicas. Por ejemplo, la descomposición –en un edificio o una casa– de la unidad del volumen exterior en partes escalonadas o dispersas en un terreno, o la construcción de un piso o de un techo moldeados por los cambios de nivel. Las partes tienen identidad propia y, al mismo tiempo, se encadenan con las demás. No hay rigidez, por el contrario, hay fluidez y dinamismo.
Las casas y edificios aterrazados, que responden de manera directa a la inclinación de las laderas en las que se localizan, son ejemplos claros de este principio. Esto puede parecer obvio: los edificios replican a su manera el perfil de la montaña. En un edificio localizado en un terreno plano y en un contexto urbano el asunto es menos obvio: la ruptura del volumen se logra dentro de unos paramentos definidos y con otros recursos. La “caja” generada por la norma urbana se fracciona con los salientes de balcones y chimeneas y las hendiduras de los demás planos de fachada.A su vez, en las casas de clima cálido no se busca una unidad total de las partes, más bien se favorece su separación y se afirma su individualidad. El espacio exterior deja de ser pasivo o contemplativo y sirve ahora como comunicador. Los niveles de los pisos ascienden o descienden de acuerdo con intenciones topográficas precisas. Incorporar los fragmentos en unidades reconocibles es uno de los problemas complejos que se abordan en esta manera de hacer arquitectura. Cuando unas casas se diseñan a propósito como un conjunto de pequeño edificios, en los que los diferentes recintos interiores se comunican fluidamente al punto de llegar a formar un espacio único, el problema parece alcanzar una solución. Lo arbitrario cobra interés. Los recorridos de las casas corroboran esta integración. Al desaparecer los senderos, el exterior se convierte en espacio de comunicación.
La intención de integración, aparentemente opuesta a la de fragmentación, se pone de manifiesto en todas las obras. Los recursos empleados son distintos. Uno de ellos, evidente en las casas de clima cálido, es el de integrar el espacio interior con el exterior de manera libre y fluida, mediante la disolución de los límites, especialmente en las áreas sociales, cuyas grandes -
cubiertas proveen la protección climática en necesaria y delimitan el espacio. Esta es una integración directa, concreta, perceptible. Otro recurso es el del “espacio fluido”, que recorre el interior de una vivienda, se expande y se recoge según el programa, con el objeto de destacar e individualizar los recintos específicos dentro del conjunto.
El amplio espacio interno del restaurante Salto del Ángel es un excelente ejemplo de construcción de un paisaje interior basado en los principios de la fragmentación y la integración. La división de los pisos en “terrazas” de distinto tamaño y escalonamiento, generan una concavidad amparada por el amplio manto inclinado de la cubierta. Debajo de esas terrazas se encuentran los servicios, invisibles para los asistentes. Las escaleras, a su vez, definen los recorridos posibles. Todo esto permite tener recintos de distintas escalas dentro del gran vacío interior. La percepción del lugar varía según la posición del observador que domina el espacio, al tiempo que forma parte de uno cualquiera los recintos.
Con base en este análisis, es posible hablar de cómo la arquitectura, al igual que la geografía, construye espacios, límites, recintos, niveles, recorridos y bordes. Cada uno de los proyectos incluidos en este libro se presta para ser interpretado como una pequeña construcción geográfica. Lo escrito es paenas una guía, que permite poner de presente estos rasgos e intenciones para que el lector los aprecie en las obras y, de ser posible, los perciba y verifique a través de los planos y las fotografías.
Este es un libro silencioso, donde se espera que los edificios hablen por sí mismos. Lo demás queda por cuenta del lector. -
Acerca del Hacer y del Quehacer de la Arquitectura
La arquitectura puede hoy entenderse y explicarse como algo muy sencillo o como algo muy complejo. Es sencilla en tanto su propósito inicial de albergar adecuadamente las personas y las cosas sigue siendo el mismo. Los hechos construidos tienen materialidad, existen, se perciben, se habitan, se comprenden e incorporan como parte de la vida de personas, comunidades y sociedades. Es compleja pues debe insertarse respetuosamente en el frágil tejido de la naturaleza o en el denso tejido de la ciudad. Sus resultados provienen del pensamiento de una comunidad o de un autor y estos, por sencillos que sean, poseen la complejidad de la cultura y de la inteligencia humana, son ricos en referentes, conscientes e inconscientes, se sumergen dentro de cadenas de ideas anteriores, algunas de ellas remotas, algunas cercanas y aportan algo a ellas. Una obra, aparentemente sencilla, contiene proporciones del mundo interior de su creador y del mundo cultural que lo rodea. Quien proyecta, es decir, quien piensa antes de actuar, mira las múltiples dimensiones de la realidad de una manera singular y expresa su punto de vista en la espacialidad y en la materialidad de sus obras. Éstas, afortunadamente, guardan las más de las veces de los secretos de su creación.
Existen también concepciones diversas acerca del acto de proyectar en la arquitectura, unas más sencillas que otras. La complejidad del acto proyectual en el mundo moderno se ha centrado en el raciocinio — lógico o intuitivo — que conduce a la respuesta y, más recientemente, en los campos referenciales incorporados en el proyecto. Una de las grandes diferencias del proyecto arquitectónico en la modernidad respecto al pasado historicista radica en el valor asignado al pensamiento individual sobre el colectivo y en la expectativa, no siempre satisfecha, de producir respuestas originales y novedosas en cada situación trabajada.
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El paradigma del arquitecto moderno se construyó como la antitésis del arquitecto academicista. Éste debía ser conocedor experto de los cánones estilísticos y de las formas compositivas de la arquitectura del pasado. El otro, por el contrario, además de romper con esos cánones, debía ser explorador e inventor, al mismo tiempo que proyectista y constructor. Hoy, muchos años después de ensayos y errores diversos, se entiende que lo nuevo no siempre es nuevo y que el pasado está presente — malgré nous — en todo acto humano. La memoria no puede eliminarse del acto creativo.
La tensión entre lo nuevo y lo antiguo, entre el hoy y el ayer, ha estado presente en forma constante en el pensamiento creativo del siglo XX. Del rechazo vanguardista al pasado se pasó, en algunos segmentos de la postmodernidad, a una excesiva valoración de lo histórico. La recuperación del pasado se entendió en estos casos como el recurrir a una serie de referencias proyectuales directas, algo semejante a la imitación historicista que la modernidad había rechazado. La memoria es mucho más que eso, es el motor dinámico de las ideas encadenadas en sucesiones evolutivas a través del tiempo. Reconocer el valor de la memoria, tanto en lo individual como en lo cultural, ha dejado de ser un pecado, para convertirse en un acto de conciencia creativa.La valoración de la memoria en un entorno cultural es uno de los problemas que surgen de la tensión entre lo global y lo regional o local. Globalización significa, entre otras cosas, asumir como propio aquello que proviene de un ‘afuera’ común para todos, aquello que, en otras palabras, proviene del mundo dominante de los Estados Unidos y de Europa. La globalización es el último triunfo de la occidentalización del planeta, es su clímax. Pero su unidad no es total. En la globaización se entremezclan proyectos de barbarie y proyectos de civilización. Los lazos globalizadores provienen, curiosamente, de una fuente común, la tecnología, la mayor fortaleza de la barbarie y un instrumento, no siempre bien empleado, de la civilización.
Hablar de memoria en el mundo globalizado adquiere un significado equívoco. Se intenta, de un modo u otro, construir una memoria global única que, inevitablementa, es la de los poderes hegemónicos. En el escenario global las memorias locales o regionales no se tienen en cuenta o, en el mejor de los casos, se las registra como anécdota. La memoria global debe reflejar solo aquello que cuenta en el mundo del mercado, el único mundo globalmente deseable y posible. Lo nuevo sustituye la memoria y está codificado para ser consumido en ese mercado omnívoro. -
Lo nuevo es una medida de éxito más que de originalidad. En la arquitectura contemporánea compiten dos grandes tendencias globalizantes. Una de ellas se propone como la avanzada vanguardista y se manifiesta en formas intrincadas y tortuosas que representan, de acuerdo con los discursos que la sustentan, la complejidad de la vida contemporánea en la sociedad postindustrial. Sus referentes no son del todo nuevos, hay algo de las primeras vanguardias del siglo XX presente en sus propuestas. La otra tendencia, contraria en muchos aspectos, es el llamado minimalismo, una reelaboración de la arquitectura de Adolf Loos o de Mies van de Rohe, dos de cuyos principios son la reducción del proyecto a los elementos mínimos indispensables y la predilección por las formas puras y desprovistas de cualquier artificio. Curiosamente, tanto una como otra tendencia se refieren a propuestas del lugar, indiferentes a los matices del entorno o de la cultura. Son aliadas de la globalización, difundidas como tal y aceptadas por muchos sin mayor debate. Tienen, como es lógico, cualidades y defectos. No son infalibles ni absolutas, se prestan para ser analizadas y, sobre todo, contextualizadas en lo propio de cada situación. Para esto se requieren criterios orientadores del juicio, y estos provienen no solo de las capacidades individuales sino del poder emanado de la memoria cultural.
La arquitectura, en el mundo globalizado, no tiene otra alternativa diferente a la de transmitirse como una moda más que se introduce en un mercado, por cierto competido, de ofertas diversas. Esto ha dado origen a una nueva especie de profesionales de la arquitectura, aquellos que representan en todo momento la última moda, aquella que se ofrece como fórmula de aplicación universal. El juicio crítico contemporáneo cae a veces en la trampa de confundir la novedad con el talento y la vistosidad mediática con la calidad real de los objetos. El estar al tanto de la moda y saber qué hacer con ella es hoy un riesgo que pocos profesionales jóvenes atreven a enfrentar y pocos críticos se atreven a contradecir. La reflexión no es una cualidad de moda.Más allá de tendencias y modas, la arquitectura persiste en su materialidad y en todo aquello que ofrece a las personas no solo como espacio útil sino como experiencia existencial y estética. Quien hace arquitectura se compromete, voluntaria o involuntariamente, con la existencia humana. La vida se alberga incluso en las expresiones más agudas de la abstracción y del minimalismo y a veces a pesar de ellas. Es finalmente la materialidad, más que el discurso, lo que distingue una arquitectura de otra, lo que le otorga identidad y permite calificarla como más o menos humana, generosa, cálida y habitable. La prueba reina de cualquier obra de arquitectura proviene de su incorporación positiva en el paisaje natural y construido y del grado de satisfacción de quienes la habitan. En los diálogos entre la obra, su entorno y sus ocupantes, se expresa, de la mejor manera posible, el pensar y el sentir del arquitecto.
¿Hasta dónde son importantes esa integración y esa satisfacción? Desde una perspectiva cultural son -
indispensables; desde la perspectiva puramente objetual son indiferentes. El responder al cliente como ser humano sensible y al lugar como generador de tensiones y sensaciones es motivo de interés para algunos arquitectos, para otros no reviste importancia. Quienes defienden la autonomía — falsa por cierto — de la arquitectura como objeto, dirigen la mirada a sus cualidades formales sin interesar ni su incorporación en el entorno ni su condición de habitabilidad. La globalización favorece un tipo de abstracción, que parece siempre acomodarse a cualquier situación. Lo local, lo preciso de un lugar no es globalizable.
¿Cómo se puede, en medio de estas tensiones, establecer parámetros de referencia para la labor del arquitecto? No es muy sencillo. Parece necesario reconocer y saber aprender de lo mejor del pasado y del presente, de lo propio y de lo distante. Lo mejor es un buen punto de referencia. Quien no sabe distinguir lo mejor está condenado a la mediocridad. Lo mejor no es un asunto exclusivamente formal, es aquello que ha respondido en la mejor manera posible a lo abundante, a lo escaso, a lo limitado o restringido del medio natural, social y cultural en que se localiza. Lo mejor es aquello que, independientemente de las circunstancias de su producción, aporta algo positivo a la existencia material y mental de la humanidad.
En el mundo globalizado, lo mejo tiende a verse únicamente en términos de aquello que tiene cobertura o alcance global. Lo regional y lo local se encuentran obviamente en situación de desventaja, por no contar con los mismos recursos divulgativos de la arquitectura global. El reconocimiento de lo propio es entonces un acto voluntario que requiere la disposición del arquitecto para aprender de aquello que le ha precedido en su mundo cercano.Esto lleva a pensar en la posibilidad de establecer líneas de continuidad entre diversas generaciones de arquitectos, cada un de ellas comprometida con su tiempo y al mismo tiempo sensible a la herencia recibida de sus predecesores. Puede hablarse aquí de tradición, en el sentido de disponer de un espíritu particular que caracteriza las obras más allá del simple problema de identidad cultural.
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La arquitectura moderna en Colombia ha sido objeto de diversas miradas, unas de ellas desde su propio interior, otras en relación con lo que ha sucedido y sucede en otras altitudes, especialmente en el ámbito latinoamericano. Se reconocen en ellas algunos valores específicos, más allá de aquellos que fueron comunes a la modernidad en sus diversas fases. Del mismo modo que se ha dado a lo largo del tiempo una aproximación a lo moderno a través de la función y de la técnica, lo que asimila la producción colombiana a las corrientes internacionales que se dirigen en ese sentido, también se han dado manifestaciones que atienden otros principios, en especial aquellos derivados de la conciencia del lugar, entendido tanto en su dimensión urbana como en su dimensión de paisaje natural.
Lugar es un concepto peligroso, pues se presta fácilmente a interpretaciones contradictorias. Una cosa es entender un lugar, otra es hacerlo. Hay reciprocidad entre el entendimiento y la acción. Entender un lugar es ir más allá del reconocimiento de sus determinantes generales, es ser sensible a sus particularidades. Es también trascender lo puramente material y adentrarse en la dimensión cultural del entorno. Hacer un lugar es, por tanto, ir más allá de aquello que puede ser obvio para valorar lo particular en la textura material y cultural de la obra. Lo sencilloo lo complejo de las formas resultantes no es significativo, ello resulta del sentido especial y estético del arquitecto. En esto hay una gran diferencia con la abstracción simplista y con el minimalismo contemporáneos, convertidos en dogma irrefutable de simplificación. Si la conciencia del lugar se asume como un signo de identidad de la mejor arquitectura colombiana, puede pensarse entonces que ella es transmisible y que, por tanto, es posible establecer vínculos entre arquitectos de diversas generaciones, sin necesariamente formarse escuelas o tendencias encasilladoras o restrictivas. Esto debe entenderse en varios sentidos. Por una parte, la conciencia del lugar no implica ni una moda ni un estilo, es una actitud hacia la relación entre la obra arquitectónica y su contexto material y cultural. Por otra parte, exige del proyectista una mirada más detallada a aquello que debe afrontar. Lo obvio no existe en esa mirada. Finalmente, se requiere ir más allá del esquematismo formal para tejer espacios y formas en una trama más densa de posibilidades y experiencias.
La arquitectura de Luis Restrepo
Tres factores parecen definir los criterios proyectuales en la obra de Luis Restrepo. Ellos son el lugar, el cliente y la idea de arquitectura. El interés por el lugar -
se pone de presente en las decisiones acerca de la obra en un terreno, sea éste rural o urbano, rico en ofertas o poco sugerente. La obra misma se encarga de aportar algo nuevo o completar lo faltante. El cliente no es simplemente un programa funcional, es un individuo cuyos deseos pueden y deben atenderse, sin someter la arquitectura a un capricho pasajero o a un sacrificio que le haga perder su calidad.La idea de arquitectura es algo más complejo de poner en palabras. Para ello se requiere identificar algunos aspectos significativos en las obras que constituyen el contenido de este libro. A través de ellos, es posible entonces rescatar algo de esa idea que, finalmente, hace parte del mundo complejo del proyectista y no siempre se transforma en discurso.
El primero de esos aspectos es la coherencia entre principios e ideas arquitectónicas que en ellas se advierte. El segundo es la variedad del conjunto que en ningún momento rompe esa coherencia. El tercero es la naturalidad con la cual se elabora esta arquitectura, sin recurrir a artificios o a excesos, apelando a lo esencial: el espacio, los materiales y la luz. ¿Por qué son destacables estos tres aspectos?. La coherencia es algo fácil de percibir y difícil de explicar. No se trata de la repetición de fórmulas exitosas de efecto seguro. Por el contrario, consiste en disponer de principios y criterios para abocar cualquier problema de arquitectura y resolverlo en concordancia, sin perder de vista la posibilidad de introducir nuevos elementos acordes con las circunstancias propias de cada caso. La coherencia trae consigo la libertad que no se encuentra ni en los ámbitos cerrados de lo mediocre ni en la aparente flexibilidad de la moda. La coherencia hace posible la variedad, el segundo aspecto por destacar en estas obras, y se manifiesta en el carácter individual de cada una de ellas que las hace únicas y diferentes entre sí.
La variedad deriva de una combinación entre lo ya comprobado y lo que está por comprobarse, entre lo conocido y lo experimental y, sobre todo, en la intención de responder adecuadamente a aquello que cada lugar y cada cliente aportan al sentido de la obra.Para apreciar la naturalidad proyectual es necesario observar un conjunto sustancial de obras que permita ver hasta dónde la arquitectura es obligada a ser lo que no quiere ser, como diría Louis Kahn, o hasta dónde sencillamente es. La naturalidad rechaza todo lo superfluo sin tener que llegar necesariamente a ese minimalismo de última moda que es en ocasiones tan forzado como el excesivo recargo. Esta cualidad se aprende, en buena medida, del ejemplo de los maestros que han hecho de la arquitectura algo tan natural como respirar o vivir. Y en la arquitectura moderna colombiana no faltan ejemplos excelentes de esa maestría.
La casa aislada en medio del paisaje es un tema predominante que, en este caso, se presenta en quince ejemplos diferentes realizados a lo largo de once años de trabajo. En el conjunto de casas se ponen en evidencia principios proyectuales básicos que, en cada situación, se manejan de acuerdo con las características del terreno, con los requerimientos de los clientes y con el sentido específico de la indagación sobre arquitectura que lleva a cabo su autor. -
Uno de esos principios es la comprensión de los valores de lo cerrado e íntimo y de lo abierto y extrovertido, potencialmente presentes tanto en el exterior como en el interior de la casa y, en consecuencia, en la asignación de un tratamiento diferente al espacio interno y al volumen, de acuerdo con la oferta de posibilidades del terreno, para establecer mundos contrastantes, unos extrovertidos y abiertos hacia la vista natural o creada, otros más privados o íntimos, con visuales cercanas o inmediatas. Este principio se manifiesta, por ejemplo, en el tratamiento dado al sitio de llegada, a través de un patio delimitado en parte por la casa misma y en parte por muros o taludes.
Un tratamiento diferente se aprecia en las aperturas generosas hacia la vista y en la prolongación de algunos espacios en balcones o terrazas que los comunican con el paisaje. La gradación de sensaciones se traslada del exterior al interior de la casa y se maneja en cada edificio con la intención explícita de dar arraigo a la edificación en ese lugar específico.
Otro principio esencial, presente en todos los casos, es la búsqueda de integración del espacio interno de la casa, manejando en unos casos los cambios de nivel ocasionados por la pendiente del terreno, en otros las dobles alturas generadas por vacíos o cubiertas y en otros mediante divisiones o muebles de baja altura. En casas con cubierta inclinada, el plano de la cubierta invita a esa integración. En casas con techos planos el efecto requiere intervenciones más sutiles. Otra forma de integración, esta vez entre muebles y arquitectura, se aprecia en el tratamiento de los muebles fijos, en unos casos incorporados arquitectónicamente en los muros en forma de nichos, en otros superpuestos en forma de repisas, o convertidos en volúmenes que sirven como elementos de división entre espacios. El blanco como tonalidad dominante en el interior de las casas afirma la intención integradora al establecer una continuidad cromática entre las superficies y favorecer el contraste con los colores naturales de la madera, delladrillo o con los colores artificiales de las alfombras, los muebles y otros objetos. ¿Pueden estos principios trasladarse a otras obras distintas a la casa aislada? ¿Se identifican otros nuevos? La integración espacial y cromática de los espacios interiores es una constante en la arquitectura de Luis Restrepo y se aplica en la medida en que el carácter de la obra lo admite. Otra constante es la voluntad de claridad geométrica en el trazado de la obra, sin caer en una excesiva simplicidad. Con pocas excepciones, se aprecia en sus plantas un trazado ortogonal, de lectura precisa. En la dimensión vertical se encuentran trazas más complejas, derivadas en unos casos de las diagonales de los techos, y en otros del empleo del fraccionamiento en diferentes niveles de pisos y cubiertas que enriquecen la vivencia del espacio interior y favorecen su integración.
El manejo geométrico apoya, a su turno, el criterio de dar a los espacios la proporción adecuada de acuerdo con su función y jerarquía. La proporción no es un asunto de medidas sino de relaciones y de ella depende mucho el agrado o desagrado de la arquitectura. Unida al sentido de la proporción, se advierte la intención de dar a los espacios y volúmenes la escala apropiada a su uso y a su enlace con la totalidad de la obra. El manejo de escalas diferenciadas se une a la integración espacial y a la gradación de lo íntimo y lo extrovertido en un solo gran conjunto de principios arquitectónicos de los cuales deriva en buena parte la coherencia de esta arquitectura. Para concluir, faltaría destacar el manejo de la luz natural, mediante diferentes estrategias proyectuales que van más allá de la simple localización correcta de las ventanas. El balance entre la claridad y la penumbra es, en arquitectura, tan importante como una correcta iluminación. La oscuridad no es un valor apreciado por Luis Restrepo, la claridad sí lo es.

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El Proceso
Luis Restrepo
Anterior a un objeto arquitectónico existe un paisaje, que puede ser natural o urbano. El edificio es un intruso en el paisaje, coloniza un vacío que invariablemente modificará el lugar. Cómo lo transforme o en qué medida lo transforme es la responsabilidad que pesa sobre el arquitecto. Todo lugar tiene un alma: una fábrica y un bosque, una ciudad y una playa. La síntesis de los elementos que componen el lugar nos revela el espíritu de ese paisaje, que no es otra cosa que el contexto en el cual se inscribirá un edificio.
La estética predominante nos ha dejado la manía de pensar que los objetos están por encima del contexto, por lo cual los diseñadores están abocados a la dudosa tarea de crear paradigmas que por su propio peso sean modelos alrededor de los cuales adquiere coherencia un lugar. A pesar de que en la teoría y en la práctica existen antecedentes que contradicen esta tesis, cada día vemos más edificios que nos hablan exclusivamente de los intereses estéticos, intelectuales y económicos de sus creadores. En una época de sobrepoblación y ciertamente de sobreconstrucción, la perspectiva es, por decir lo menos, desalentadora.
Diseñar un edificio en un sitio "idílico" o en uno "caótico" es una tarea igual de exigente. Sin importar el contexto, en todo proyecto debe buscarse reafirmar el espíritu del lugar. En un barrio subnormal el lenguaje popular tiene tanto que decirnos sobre las posibilidades formales y estéticas de la propuesta arquitectónica como el paisaje de una montaña andina.Reafirmar, reinterpretar, complementar e incluso contrastar el carácter del lugar son opciones que nos llevan a entender el edificio como un elemento natural, como parte de un todo. El hecho arquitectónico debe partir del contexto, el entorno es la génesis, la esencia de la imagen misma con que es concebido el edificio.
Del estudio del contexto puede extraerse un sinnúmero de lecciones adicionales. Si entendemos que, no obstante su diversidad, la agrupación de elementos individuales puede constituir un todo coherente, que percibimos como el espíritu de un sitio, es posible suponer que existen unas formas de relación que, a pesar de ser contradictorias, no rompen la noción de unidad. Es en el manejo de las texturas, los coloridos, la escala y las proporciones donde un arquitecto puede proponer una obra original que no rompa con el paisaje en que se construya. -
Lo mismo podríamos decir de los elementos que componen el edificio, de cómo se puede combinar una variedad de factores, manteniendo una unidad donde no aparezcan elementos que alteren la armonía del todo.
Es dentro de este marco de ideas como he intentado darles a mis proyectos una coherencia que permita reconocer posturas comunes, así haya obras que en su lenguaje o en su programa sean diferentes unas de otras.
El proceso de diseño de un proyecto parte de concebir una imagen con una posición clara en relación con su contexto. Esta percepción inicial es un tanto intuitiva y necesariamente se confronta con un análisis posterior de las condiciones y la vocación del lugar.
Es en esta etapa cuando el arquitecto debe afinar con mayor cuidado su sensibilidad, y cuando la arquitectura adquiere un parentesco más estrecho con la noción de creación artística.
Pero a diferencia de la pintura o de la escultura, la arquitectura maneja una doble responsabilidad: con el medio ambiente y con el hombre. ¿Cómo casar entonces la interpretación de un lugar físico con las necesidades y expectativas que sobre un edificio tienen sus usuarios? Mi aproximación al problema es la de incorporar al hombre como parte esencial del contexto. Un ejemplo de ello sería considerar que enun proyecto urbano los aspectos culturales son parte constitutiva del paisaje físico.
Como un libro, la arquitectura se va haciendo frase a frase, párrafo a párrafo. A partir de un planteamiento inicial, se van moldeando las formas, los espacios, las proporciones, hasta que va cogiendo cara. Me resulta difícil pensar en un caso en que haya imaginado de entrada la totalidad de un edificio. Sin embargo, siempre aspiro a reconocer en esa totalidad el principio sobre el cual se fundamenta el conjunto.
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¿Cuáles son, entonces, las reglas con que se van armando paso a paso las frases y los párrafos? ¿Cuál es el principio básico que ordena la construcción de un proyecto?
Las herramientas son bien conocidas: la composición, los ritmos, las proporciones, la escala, la luz. Estos elementos no son otra cosa que categorías de relación entre las partes. En la arquitectura estas categorías no sólo están relacionadas entre sí sino que están en función del individuo, que es el centro mismo de la disciplina.
El desarrollo del diseño arquitectónico es un constante cuestionamiento acerca del hombre y de la sociedad en que está inscrito. En la satisfacción de las facetas de la condición humana está la razón de ser de las diferentes expresiones de la arquitectura.
En mi caso, trato de estar siempre en contacto con la historia de la arquitectura. Ésta representa no sólo una constante reflexión sobre la naturaleza del hombre sino una lección permanente sobre el manejo de las relaciones entre los componentes y las herramientas de la arquitectura. Difícilmente podríamos aprender más sobre el manejo de la composición o de las proporciones en otra parte. Porque es en la historia, al fin y al cabo, donde encontramos un significado más profundo del contexto. -
El Diseño
Luis Restrepo
El diseño actual debe ser una comunión entre la identidad cultural propia y la estética de las tendencias globales del momento que vivimos. Diseñar es combinar una serie de factores para producir un resultado. Sin embargo, muchas veces no son estos factores los que determinan la calidad de la solución, sino el ingenio y la lógica con que se plantee su combinación.
El diseño -urbanístico, arquitectónico o industrial-, refleja siempre la realidad de una coyuntura: bien porque pretenda resolver un aspecto de una problemática particular, bien porque represente una reacción a esa realidad. Captar los aspectos globales y locales que influyen las tendencias de diseño es, pues, tarea fácil. Un proyecto de diseño que desconozca la existencia de cualquiera de los dos está fuera de contexto, resultaría inapropiado y, seguramente, poco atractivo.
Desafortunadamente, la historia reciente de nuestras ciudades está marcada por múltiples ejemplos de edificios que son una transcripción de proyectos aparecidos en revistas internacionales. Para complicar el panorama, esta transcripción va acompañada de las deformaciones que sufre la aplicación de la técnica y la limitación de recursos con que contamos. Los materiales, la factura o la escala son por lo general inapropiados. Y el resultado de tal implantación en un contexto como el nuestro es caricaturesco.
El problema es todavía más complejo si se mira desde el ángulo urbano en el que cada elemento debe dialogar con su entorno y en donde muchas veces la ciudad es el resultado de la informalidad y la falta de control. El producto final es lamentable. No obstante, nos resulta tristemente familiar. -
Nuestra tradición ha sido la de maximizar los recursos disponibles, sin que los resultados sean la burda copia de una idea sino más bien su ingeniosa reinterpretación, logrando resultados reconocidos local e internacionalmente.
La crisis social y económica por la que atraviesa el país no es nueva; nuestra historia ha sido un proceso violento y difícil. La industria y el ingenio locales han sido puestos a prueba en más de una ocasión, y aunque los resultados han sido dispares, existen también antecedentes positivos. Es tal vez a través de la divulgación de esta tradición, como podemos crear conciencia de la importancia de buscar las condiciones de una estética y una producción auténtica que nos permita consolidar nuestro lugar en el concierto global.
Artículo aparecido en la revista Semana Colección, No 82. -
La restauración y el silencio
San Vétale en Ravenna es, con Santa Sofia en Estambul, uno de los edificios mas conocidos del periodo Bizantino. Una obra maestra de la arquitectura de occidente. El estado de conservación de la iglesia es sorprendente, mantiene intactos buena parte de sus famosos mosaicos y de la pintura mural original. No termina uno de entrar al edificio cuando un sentimiento sobrecogedor invade al más desprevenido de los visitantes. La fuerza de la historia y de lo sagrado se suman a todos los recursos arquitectónicos y artísticos de la era de Justiniano, para crear la atmósfera dramática propia de las iglesias ortodoxas del periodo. El visitante se pierde por un momento en la complejidad del pasillo exterior concéntrico, para acceder al espacio circular central que remata en una alta cúpula. El problema consiste en mirar hacia arriba… la cúpula remata en un fresco clásico de extraordinaria calidad pictórica. Sin duda una obra de arte de primera categoría. La dificultad esta en que independientemente del valor de la intervención, la distorsión que produce acaba con la atmósfera y la unidad del edificio. Al momento de pintar el fresco no prevaleció el sentido de la historia ni el respeto por el extraordinario valor del monumento Bizantino, el afán por lo contemporáneo y por la imposición de una moda estuvo por encima de cualquier otra consideración.
En nuestro medio, la consolidación de la arquitectura republicana en Bogota, marca un desafortunado episodio en la transformación de nuestro patrimonio construido.El lenguaje neoclásico que no había tenido oportunidad de madurar en nuestro medio, fue sobrepuesto como una capa de maquillaje a los viejos edificios coloniales. Por supuesto existen estupendos ejemplos de arquitectura en ese período, pero la gran mayoría de las intervenciones republicanas son de una marcada pobreza. El manejo del lenguaje arquitectónico es normalmente ingenuo y tiende a ser estridente y superficial, en contra vía con la esencia de las viejas edificaciones que tenían el valor de la depuración propia de trescientos años de historia.
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El valor de un edificio es su espíritu. Espíritu que esta construido por la coherencia y la calidad de los valores que lo componen. Los ires y venires de la historia normalmente desvirtúan esa esencia. Una construcción sin duda tiene que servir a su tiempo y por lo tanto debe incorporar el presente. Pero su vigencia consiste principalmente en la preservación de su esencia, de sus valores. Lo verdaderamente bueno no esta sujeto a las modas, perdura porque es producto de un largo decantamiento que lo lleva a representar lo más depurado de un proceso cultural. En la medida en que un edificio realmente tenga valor, debe mantener su espíritu intacto y debe ser objeto de una intervención respetuosa, neutra, que le permita acomodarse al devenir de los tiempos.
Existen multitud de ejemplos de intervenciones afortunadas, son las que complementan el espíritu del edificio sin destruirlo.Las que lo restauran sin transformarlo o por el contrario las que lo transforman sin agredir ni destruir lo bueno que tienen y representan. En esta última línea se destaca la extraordinaria restauración de Carlo Scarpa del Castelvecchio en Verona, una profunda intervención moderna, para convertir en museo un palacio medieval.
Por otra parte no hay dogmas definitivos. En esta materia debe ser el espíritu de cada edificio individual el que hable por sí mismo. Es necesario entonces entrar en el proceso de la investigación y de la obra para ir descubriendo los secretos que cada construcción guarda celosamente debajo de capas y capas de adiciones e intervenciones. Guiados únicamente por el respeto hacia los valores más destacados del pasado y la neutra intervención del presente, se lograra la recuperación de la esencia del -
Casas de la Escuela De Artes y Oficios Santo Domingo
Casi nueve meses después de la celebración de una misa considerada como el primer acto de fundación de Santa Fe de Bogotá, el 27 de abril de 1539 se llevó a cabo la fundación oficial de la ciudad con el trazado de la Plaza Mayor (hoy plaza de Bolívar).
Durante la colonia en las manzanas colindantes de la plaza se construyeron edificios y residencias de la mayor importancia. Con el pasar de los años y la llegada de la republica estos predios empiezan a subdividirse y a reconstruirse por partes. A principios siglo XX muchos de ellos son convertidos en casas de alquiler, oficinas, hoteles, colegios, centros de reclusión, para finales del siglo XX muchos son abandonados, demolidos o transformados en inquilinatos y prostíbulos.
Este proceso de deterioro que se extendió por todo el centro histórico, es particularmente lamentable en lo que corresponde al antiguo barrio de el Palacio (al occidente de la plaza de Bolívar).La importancia de este sector es enorme, no solo porque hace parte del antiguo núcleo fundacional, sino por que esta en un terreno más plano, fue el escenario de muchos de los edificios más grandes y significativos de la ciudad colonial. El estado en que hoy se encuentra este lugar es terrible, muchos de los edificios han desaparecido y tantos otros no tardaran en hacerlo. En este contexto, la Familia Santo Domingo decide adquirir los predios para la Escuela de Artes y Oficios. Desde el punto de vista del deterioro urbano, la intervención de las casas es una oportunidad de contribuir a mejorar las condiciones de habitabilidad del sector. Desde el punto de vista de los propios edificios, por lo menos dos de las casas se habrían derrumbado en poco tiempo si no se hubiera procedido a su restauración.
Las tres casas son:
Primera casa: carrera 8 No. 9 – 21. Segunda casa de sur a norte sobre la carrera octava Segunda casa: carrera 8 No. 9 – 37. Situada inmediatamente al norte de la anterior Tercera casa: calle 10 No. 8 – 73. Perpendicular y colindante por la parte posterior con los predios anteriores -
Contexto histórico
La manzana que nos ocupa se encuentra, desde el momento de la fundación de Santafé en un punto privilegiado con respecto al resto de la ciudad. En efecto se trata de una manzana cuya esquina se asoma a la Plaza Mayor, entre la sede de la Real Audiencia y la sede del Cabildo. Que forma parte del frente occidental de la plaza destinado históricamente a albergar las instituciones del estado.
Una manzana ubicada en el cruce de dos ejes fundamentales en el desarrollo y el crecimiento de la ciudad. La carrera octava que se conoció como la calle de Florián, paralela a la congestionada Calle Real (hoy carrera séptima), se consolidó en el siglo XIX como la principal avenida comercial de la ciudad. La calle de Florián era reconocida por sus amplios andenes, locales exclusivos y edificios de la mejor arquitectura en los cuales funcionaban las sedes de los primeros bancos de la ciudad y del país. Por otra parte la que conocemos hoy como la calle diez, fue la primera vía que surtió de agua potable a la ciudad.
En este contexto, la Familia Santo Domingo decide adquirir los predios para la Escuela de Artes y Oficios. Desde el punto de vista del deterioro urbano, la intervención de las casas es una oportunidad de contribuir a mejorar las condiciones de habitabilidad del sector. Desde el punto de vista de los propios edificios, por lo menos dos de las casas se habrían derrumbado en poco tiempo si no se hubiera procedido a su restauración.
El sistema provenía del acueducto de Agua Vieja, que trajo el agua de la Quebrada del Soche sobre la vertiente del Río Fucha. Los vecinos de esta calle gozaron siempre del privilegio del agua y por esta razón marcó un eje sobre el cual se construyeron importantes casas y edificios públicos: iglesias, conventos, el primer teatro de la ciudad, la plaza de mercado, un hospital y cuatro de las principales plazas de la ciudad colonial y republicana: la plaza de Egipto, la plaza Mayor, la plaza de los Mártires y la plaza España.Por su ubicación no cabe duda de que la manzana haya sido subdividida en cuatro partes en el acto mismo de fundación de la ciudad, en el que se entregaron los lotes contiguos a la plaza a los primeros conquistadores. Así mismo y siguiendo el esquema típico de ocupación de las manzanas coloniales, los predios se construirían primero en las esquinas y luego sobre los bordes contra las calles. El centro se conservaría sin construir, destinado para solares, huertas, lugares de crianza y cuidado de animales.
Estos espacios abiertos, originalmente se prolongaban hasta las calles y tenían acceso independiente de la casas a media manzana sobre un muro de cerramiento. Con el paso del tiempo estos conjuntos se fueron subdividiendo y densificando a tal punto que si miramos las manzanas coloniales que sobreviven, encontramos que están construidas en su totalidad y que rara vez quedan rastros de los antiguos solares. Por fortuna esta manzana en particular, conserva un área importante sin construir de lo que fue -
originalmente la huerta y el solar del cuadrante sur occidente. Es uno de los pocos testimonios que quedan de los antiguos solares santafereños. La Escuela de Artes y Oficios contrató el estudio histórico de las tres casas que son hoy su sede. Los estudios fueron realizados por la arquitecta Marcela Cuéllar y por la Fundación Erigaie. Es oportuno anotar que estos estudios fueron, tal como lo declaran sus autores, muy difíciles de llevar acabo, las fuentes son limitadas y a veces se contradicen, hay un grado de especulación y desafortunadamente no se extienden en el tiempo más allá de uno o dos siglos.